La espectacular marcha del 27 de agosto marcó el punto más alto en la capacidad organizativa del movimiento estudiantil. También exhibe de manera dramática sus límites y fisuras; los primeros errores en la conducción del Consejo Nacional de Huelga; la sombra de los servicios de inteligencia gubernamentales; y la estrategia mediática de las autoridades, que optaron por el control cada vez más directo de las coberturas fotográficas cotidianas y permitieron la existencia de espacios alternos marginales a través de la publicación de algunas imágenes en algunas revistas ilustradas semanales de alcances limitados.
La última semana de agosto parecía propicia para la negociación
entre el gobierno y el Consejo Nacional de Huelga (CNH). El primero se había
comunicado telefónicamente el 22 de aquel mes a través de la Secretaría de
Gobernación con algún representante del Consejo para manifestar su disposición
para abrir algunos de los puntos del pliego petitorio a la discusión. La
respuesta del máximo órgano estudiantil fue convocar a una segunda marcha
multitudinaria el día 27 y exigir la realización de un diálogo público entre
los representantes gubernamentales y una comisión de 36 representantes del
Consejo, seis por cada uno de los puntos del pliego petitorio, con una
cobertura periodística y radiofónica en vivo del episodio. La expectativa del
encuentro se mantuvo en la esfera pública durante varios días y se esfumó en la
madrugada del 28 con la intervención de las fuerzas armadas para dispersar la
guardia que los estudiantes decidieron montar en el Zócalo para exigir el
diálogo público con Díaz Ordaz el día del informe y con la evidente
articulación de una estrategia represiva gubernamental ejecutada en las horas
posteriores al desalojo. (Del Castillo, A. 2009)
La marcha del 27 partió del Museo Nacional de Antropología y
desembocó en el Zócalo. Reunió a cerca de 300 mil personas y transcurrió en
términos pacíficos, exhibiendo el enorme poder de convocatoria logrado por el
Consejo en apenas tres semanas de existencia. En el mitin se leyeron varios
discursos y durante el transcurso del mismo se izó en la asta bandera un trapo
rojinegro en sustitución del lábaro patrio. Al final, Sócrates Campos Lemus,
uno de los líderes estudiantiles, arengó a la multitud y propuso la provocadora
idea de dejar una guardia de tres mil estudiantes para exigir el diálogo
público con Díaz Ordaz en el Zócalo capitalino el día del informe presidencial.
Cerca de la una de la mañana intervino el ejército para dispersar a los
estudiantes y recuperar el control de la plaza.
La cobertura de la prensa sobre la marcha, que en esta ocasión
mostró su perfil de manera más clara y contundente, con vínculos más sólidos de
colaboración con el gobierno, se alineó a la estrategia gubernamental y a la
teoría de la conjura.
Lo primero que llama la atención es que la mayor parte de los
periódicos dieron prioridad al capítulo del desalojo de los estudiantes del
Zócalo a la una de la mañana como nota principal, desplazando la información
gráfica sobre la marcha a las páginas interiores. De esta manera, el gobierno
capitalizó la torpe decisión política del CNH sobre la permanencia de una
guardia de estudiantes en el Zócalo. Como en un operativo previo concertado
entre la prensa y el Estado, se minimizó el peso político de la enorme
manifestación y se centró la atención en la provocación de los estudiantes. Si
tomamos en cuenta que el cierre de la incorporación de fotos se realizaba en
condiciones normales a las once de la noche, llama la atención la disposición
de la prensa en su conjunto a utilizar un material que registró acciones
ocurridas entre la una y las tres de la mañana. Se trata de un hecho que sólo
puede explicarse por la preeminencia de determinados factores políticos y la
instrucción de ciertos lineamientos gubernamentales a los directores y dueños
de los medios. ( Del Castillo, A. 2009)
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